martes, 25 de septiembre de 2012

Ejercicio1_Análisis del emplazamiento



Emplazamiento del primer ejercicio, plaza de La Charité, Marsella, Francia.


Luz, espacio y sombra.




ANÁLISIS
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sábado, 22 de septiembre de 2012

Muñequitos de dar escala y Arquitectura.






















Había una vez un proyecto con maqueta de cubitos de metacrilato de colores que se combinaban según un sistema de tetris, o mejor, de pixelación... que convertía la fachada en una superficie filtrante de luz y espacio de gran sobriedad y limpieza.
Las circulaciones se resolvían magistralmente por medio de una torre de comunicaciones verticales situada a 3/4 del extremo de la facha­da principal. En segundo lugar, porque habría sido una aberración hacer un proyecto simétrico y en primero, porque 3/4 es la proporción entre la velocidad de vuelo de la mosca tsé-tsé y la tasa de natalidad del esca­rabajo pelotero estando ambos expuestos a una temperatura de 40oC; habiendo sido el estudio de estos insectos el origen del germen espiri­tual del espacio proyectual.
El acceso al edificio se realizaba a través de una pequeña plaza en la que se recorría una ingeniosa promenade arquitectónica en rampa, basada en los espacios y recorridos descubiertos al seccionar una col de Bruselas. También se disponía de espacios verdes para parque infantil.
El muñequito de dar escala vivía feliz es este edificio, paseaba por la plaza, disfrutaba de su terracita (o espacio abierto-privado) creada por el hueco entre píxeles, y disponía de una vivienda flexible gracias a los paneles móviles que le permitían aislar el cuarto de baño o dejarlo abierto al salón.
El muñequito de dar escala era soltero y ocupaba un cubito de color amarillo (para un habitante) mientras su vecino vivía con la muñequita de dar escala y dos muñequitos de dar escala en un cubito naranja (para familia estándar).
El edificio era una perfecta máquina de habitar en la que todos los muñequitos de dar escala posaban felices.
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Había una vez un edificio que tenía algunos huecos misteriosos en su fachada. La mayoría de ellos habían sido cerrados para crear gale­rías que dotaran de un poco más de espacio a las viviendas. Pese a la prohibición de estropear la sobriedad y limpieza de la fachada, hileras de ropa de los más variados colores, tamaños y texturas colgaban de todas las ventanas reflejando la vida que había en el interior de cada vivienda.
Los habitantes subían a sus casas por la escalera de incendios, que había sido añadida ya que no se cumplía la normativa CPI 96 y que pillaba mucho más a mano que la principal.

También resultaba mucho más cómodo llegar a la escalera cruzan­do el césped, en el que ya se había formado un camino por el paso de la gente, mientras en la rampa de la plaza los niños se tiraban con el monopatín.
Uno de ellos fumaba su primer cigarro con un amigo escondido en la escalera principal, por donde nadie pasaba, mientras su hermano perdía la virginidad con una vecina dos años mayor dos plantas más arriba, en la misma escalera.
En casa, los paneles móviles, que llevaban en la misma posición desde el momento en que los pusieron, acumulaban polvo en sus raí­les mientras la abuela, (a la que no se había tenido en cuenta en el diseño de vivienda familia-estándar) ponía flores en agua en el lavabo que, por alguna extraña razón, estaba en el salón.

"Dos casitas (o no)" La precaria. 2005. (nº 15)”

Sacado de Cinco años y un día. Historias de un boletín de crítica arquitectónica macarra. (Grupo El Croque). ETSAM